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Un Soldado Menos

Si a Jhonsito lo advierten del precio a pagar por la segunda Libertadores en la historia de su equipo, creéme que las dos botellas de Old Parr que nos gastó con la plata que le sacó a los americanos, las reserva para el nacimiento de su segundo hijo o para despedir a la Tía que se fue detrás del nuevo sueño americano a Chile y seguro, segurísimo, hubiera llevado a Santiaguito a la cancha.

La cosa va así. Convencido de que ganaban la final el tipo se sentó cada noche, durante la semana previa al partido, en el ante jardín del granero a vociferar "apuesto lo sea con quién sea" y 'mátenme si son tan machos'. Claro, tu equipo sale primero e invicto en fase de grupos, se carga dos equipos argentinos, uno brasilero y en la final enfrenta al humilde Independiente del Valle ¿qué te puede salir mal? Hasta levantándote ese día con el pie izquierdo alzás la copa por la noche. Samir, enceguecido por la desolación de un primer semestre enredado para el América, en su quinto año en segunda, se dejó cañar por la seductora idea de ver diluidas las ilusiones de Jhon. "200 lucas a que no ganan", lo encaró, "Pa’ las que sea mijo", replicó el paisa, de Toro, Valle... Y bueno, Independiente había eliminado al mismísimo Boca Juniors comandado por el 'Apache' Carlitos Teves y con dos clases magistrales de contragolpe, una en el Atahualpa de Quito que terminó 2-1 y otra a los siete días que dejó un sorpresivo 2-3, a favor de los ecuatorianos, y una Bombonera en silencio. Samir se fue all in, “una tengo que pegar en la temporada”, se dijo, “en el fútbol nada está escrito y si América está enredado que Nacional no levante la copa y todos contentos”, imaginó.

Un empate en la final de ida. ¡Hay partido todavía carajo! 400 lucas y el ganador gastaba la primera botella. El 27 de julio del 2016 mientras las tribunas del Atanasio Girardot saltaban el granero se llenaba de a poco. Unos sentados, otros de pie. Ángel, el hijo del ingeniero y Santiaguito jugaban con una volqueta sobre el andén, aprovechaban el descuido y en un desliz habían recorrido terrenos a los que nunca antes llegaron solos, si Maye los hubiera visto no te digo la que se le arma al ‘inge’. Los implicados al frente y el resto a apretar. Si me preguntás, hoy, te confieso que a esos partidos voy por amor al juego y al morbo. Si la casilla de ganador se pudiera declarar desierta la firmo dónde sea. El único equipo que se mereció la fuerza de todo el país en esa instancia fue el blanco-blanco de Manizales en 2004. El resto tendrán que lidiar con que los hinchas de los otros equipos estemos al asecho al primer traspié. Ese es el juego.

"Si llegamos 0-0 al descanso cobramos", decía Samir y se frotaba las manos. El tipo de un momento a otro ya no hablaba por él. Metió a los 11 negros ecuatorianos como socios de su empresa y ahora les exigía resultados. "Porque así como somos filiales de Independiente de Avellaneda (vaya a saber uno cuándo se firmó ese pacto...) vamos a volver filial a Independiente del Valle", remató el infame. El emprendimiento se canceló a los 8 minutos de iniciado el partido con el gol de un tal Miguel Borja y con lo que vino después se puede diseñar un nuevo manual de torturas chinas en versión paisa. Las dos mil quinientas cincuenta y tres veces que sonó el pregón verde nos reventaron los oídos y el sartal de elogios reforzados y descabellados que no se hizo esperar, casi que nos condenan al destierro cibernético. "Que no había mejores jugadores en el mundo papá". "Hay que nacionalizar a Armani, pero como colombiano no, como paisa de una vez, porque así va a ser mejor" "hay que darle la selección a Reynaldo porque contra Brasil serán los de Nacional más el resto" porque sí; porque Rey sólo había uno. Sobrevivimos. "Y en diciembre le ganamos al Real Madrid". Mamita querida.

La Caída

La artillería venía tan afinada que La Negrita y su incipiente barriga anunciaban que Santiaguito dejaría de ser hijo único muy pronto. Con todos los santos de su lado y contra todo pronóstico, Jhonsito se lanzó al ruedo, agrandó el granero, cambió el carro y abrió una sucursal del negocio en un pueblo dónde lo único que había prosperado eran las iglesias cristianas.

Si en el continente no había un rival de peso que le compitiera al Nacional del profe Rueda, en este país menos. El verdolaga hizo un colchón de puntos en la Liga donde pudo acostarse a descansar mientras afrontaba la otra mitad de la gloria, La Sudamericana.

La amistad de Santiaguito y Ángel se fortalecía cada domingo mientras entre cerveza y cerveza, diseñábamos las alineaciones ideales de cada equipo, los sistemas de funcionamiento más indicados partido tras partido y cuestionábamos cada cambio durante los juegos, como si tuviéramos línea directa con esos tipos, cuyo requisito número uno para ser elegidos en su trabajo es ser tercos: los técnicos de fútbol.

Los lunes Samir y el ‘Inge’ eran los dueños del televisor. Nacional ganaba en la Sudamericana y América enderezaba su camino de la mano de un tipo que muchos pensaron retirado del fútbol pero que en Colombia encontraba un segundo aire, antes de terminar su carrera. Porque si en algo somos expertos aquí es en revivir a los argentinos cuando están al borde de un knockout.

Jhon movía la antena parabólica y Rubén, el Inge, le indicaba si la señal mejoraba. Los asientos de siempre no alcanzaron, llegaban vecinos a los que hacía cinco años no veía, vestidos de rojo. El 27 de noviembre del 2016, Santiago de Cali se paralizaba y hasta la brisa intermitente de las cuatro de la tarde dudaba en retornar tras cada pasada. El sol golpeaba las caras de los presentes cuando de un cielo despejado empezaban a caer gotas de agua y no había ninguna nube que se responsabilizara de ello. Transcurría el minuto 27 y el partido por ascenso de La Mecha estaba empatado. Quindío estaba en la A y en Pascual ya no había uñas.

Samir juntaba las piernas con fuerza y se cruzaba de brazos. El brazo izquierdo de Rubén servía de apoyo al codo del brazo derecho para que la mano se posara sobre la boca y el análisis del partido arrojara alguna salida. Jhon y Samir habían revivido la apuesta de cuatro meses atrás. Las dos líneas de cuatro del Quindío contenían la ilusión de 36.000 almas y ponían en juego el valor de la semana de trabajo Samir. Al minuto 44 Jhon, pero Lucumí, es derribado en el área y el enredo en las extremidades de Samir se deshace. Penal. La confianza de Samir en la herencia africana del continente, sembrada en los jugadores de Independiente del Valle, daba sus frutos y Christian Martínez, también Borja, logra que medio Santiago de Cali vuelva a sentir la sangre circular por sus venas, al convertir. El resto fue trámite.

Un paisa era el encargado de señalar el punto central de la cancha del Pascual para decretar por terminados cuatro años, once meses, diez días y doscientos veinticuatro partidos en segunda para el América. Rubén, Samir, Toño y Felipe dejaban de ser estatuas, unidos en un círculo empezaban a saltar mientras gritaban "¡¡América... América...América...!!".

En medio de la ronda dos criaturas elevan los brazos con sus juguetes en la mano y se suman al cántico "¡¡América...ra ra ra, América...ra ra ra, América...ra ra ra!!". "Santiago" una vez. No sabe no responde. "Santiago" dos veces. No sabe no responde. "Santiago" tres veces. No sabe no responde. "¿Santiaguito, usted qué hace ahí saltando papi, si nosotros somos hinchas del verde?"-disparó Jhon y sacó al niño de la ronda emocionado-. "Es que yo soy de América". 200 lucas no son nada.

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Un sitio de: Juan Camilo Parra y Joan Sebastián Ruiz

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